La obra Aprés moi, le déluge de Lluïsa Cunillé, una obra de una gran sencillez expresiva, presenta una red compleja de relaciones de poder, discursos ideológicos y mecanismos de subjetivación. A través del diálogo se entrama una serie de procesos a través de los cuales los sujetos son constituidos por la ideología, pero también por los modos en que intentan subvertir o renegociarla. Según Althusser, la ideología interpela a los individuos como sujetos, es decir, los constituye al tiempo que los sujeta. Esta doble dimensión —ser sujeto y estar sujeto— está claramente dramatizada en la obra.
Por un lado, tenemos al empresario blanco, un sujeto de ideología neoliberal, formado en los valores del capital, el consumo y la autonomía individual. Ha renunciado a la pintura, al arte, a la memoria afectiva, en nombre de una lógica que lo presenta como libre, pero que en realidad lo subyuga a los intereses del mercado global. Por otro lado, tenemos al padre congoleño, que encarna una forma más interiorizada en lo que se refiere a la ideología, que contribuye a mantener el orden establecido y a reproducir las dinámicas laborales impuestas (Althusser, 1974). Esta lógica lo empuja a aceptar su posición subordinada, algo que ya nos mencionaba Butler (2010), lo cual aparece manifiesto en la sugerencia de que integre al niño en su vida.
En cambio, el padre, su esposa y su hijo han sido sujetos de una ideología distinta, más brutal, que en su caso se manifiesta a través de la violencia estructural, el colonialismo, el extractivismo y la desposesión. Estos personajes están formados por aparatos ideológicos distintos (la empresa, la cultura occidental, la familia, el ejército, la ONG). La subjetividad de los personajes no es, pues, esencial ni estable, sino producto de sus historias, de los discursos que los han atravesado. El padre, su esposa y su hijo aparecen condicionados por la imagen que se tiene del Tercer Mundo, construida, por supuesto, desde la mirada occidental y europeizada, amén de por las desigualdades de clase que esta idea arrastra.
La ideología, asimismo, se manifiesta también en los silencios y en los gestos. El empresario cree ser un individuo libre, pero está condicionado por las lógicas de explotación global: ha venido a Congo por negocios relacionados con el coltán. Su aparente neutralidad es, en realidad, un síntoma de su sujeción: actúa sin cuestionar las condiciones que hacen posible su poder. En él se encarna la tesis de Althusser (1974) según la cual la ideología no solo estructura en lo que pensamos, sino lo que hacemos.
No obstante, la obra no se limita a ilustrar la sujeción ideológica. También abre la posibilidad de subversión. Los personajes desafían el lugar que la ideología le ha asignado:
- Por un lado, el hijo, aunque no aparece físicamente en la obra, es también un personaje profundamente subversivo. La narración de su madre lo redime: no como un ser roto o peligroso, sino como alguien que ha podido salir de la violencia y desea tener una segunda oportunidad; como alguien que representa la posibilidad de reconstrucción, de futuro, de dignidad incluso después de lo indecible.
- Por otro lado, el personaje de la intérprete representa una clara subversión de los roles de género y de poder. Aunque es una mujer que encarna un estereotipo muy arraigado, es ella quien conduce el diálogo y marca el ritmo al hombre de negocios.
- Finalmente, el padre desafía al hombre de negocios; este gesto es profundamente subversivo porque invierte la lógica del poder colonial: ahora es él quien plantea un acuerdo, quien fija las condiciones, quien cree tener algo valioso que ofrecer. No ruega, negocia.
En resumidas cuentas, Après moi, le déluge no es un texto unívoco ni didáctico: en él se cruzan discursos dominantes (la lógica del mercado, el colonialismo tardío, el desencanto liberal) con otros discursos marginales o contrahegemónicos (la memoria, la resiliencia, la maternidad). Esta heterogeneidad discursiva es clave para pensar la ideología no como algo monolítico, sino como un campo de tensiones. La obra dramatiza el proceso de construcción de la subjetividad como resultado de la interpelación ideológica, pero también como espacio de resistencia. La tensión entre sujeción y subversión no se resuelve, pero se hace visible. Los personajes muestran una asimilación del orden global como algo incuestionable, aceptando destinos ya marcados por estructuras ideológicas que los preceden. La indiferencia con la que son tratados revela cómo la mirada eurocentrista borra su agencia y refuerza la desigualdad, dejando claro que la voz del subalterno sigue siendo silenciada incluso cuando parece presente. Estos no pueden escapar del todo a los discursos que los han constituido, pero los enfrentan, los interrogan, los negocian. Y en esa grieta —frágil, ambigua, poética— reside la potencia crítica de la obra.
Althusser, L. (1974). “Ideología y aparatos ideológicos del Estado”. (A. J. Pla, Trad.) Buenos Aires: Letra e.
Butler, J. (2010). “introducción”. En Mecanismos psíquicos de poder. Cátedra, pp. 11-41.
Cunillé, L. (2008). “Après moi, le déluge”. Deu peces. Barcelona: Edicions 62, pp. 452-507.
Debatecontribution 0en Sujeciones y subversiones en la obra Après moi, le déluge de Lluïsa Cunillé
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