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Análisis de «Après moi, le déluge», de Lluïsa Cunillé

Après moi, le déluge, de Lluïsa Cunillé

¿Cómo se manifiestan en esta obra teatral la relación entre ideología y subjectividad, y la tensión entre sujeción y subversión?

En Après moi, le déluge (2007), Lluïsa Cunillé despliega una dramaturgia sobria pero de una carga política y simbólica intensa. La obra se sitúa en un espacio cerrado, cotidiano, aparentemente insignificante, donde dos personajes —un conserje y un joven inquilino extranjero— dialogan de forma en apariencia anodina, pero profundamente cargada de implicaciones ideológicas. Esta estructura permite a Cunillé explorar la manera en que la ideología no se impone únicamente desde las estructuras macro (Estado, leyes, economía), sino que se infiltra en lo micro: en los hábitos del lenguaje, en los gestos, en las relaciones cotidianas. Así, la subjetividad de los personajes se configura y se ve tensionada por esta ideología que se presenta como sentido común.

La elección del título ya anuncia una clave de lectura ideológica. La frase Après moi, le déluge (tras de mí, el diluvio), atribuida a Luis XV, condensa una visión del mundo centrada en el individualismo y el colapso del proyecto colectivo. Esta declaración resignada —o cínica— funciona como telón de fondo para la acción dramática: una sociedad en decadencia moral, incapaz de hacerse cargo del otro, del extranjero, del diferente. El conserje encarna precisamente esa subjetividad atravesada por el miedo y el rechazo al cambio, que se traduce en una actitud pasivo-agresiva hacia el joven extranjero. No es un “villano” en términos clásicos, sino una figura profundamente ideologizada que repite, casi sin cuestionárselo, los discursos del orden establecido: la sospecha hacia el inmigrante, la resignación ante la precariedad, la defensa del statu quo.

Frente a esta figura aparece el joven, cuya subjetividad se presenta en construcción, fragmentada, en parte silenciada. Cunillé no le da un discurso claro ni le permite contradecir frontalmente al conserje: y es justamente esta elección dramatúrgica la que pone en evidencia la asimetría de poder. El joven representa la posibilidad de una subversión, pero esta es constantemente contenida por la estructura de sujeción que lo rodea. La obra no ofrece una catarsis, ni un enfrentamiento abierto, sino una tensión latente entre la sumisión al orden y el deseo de quebrarlo.

La ideología se manifiesta en la obra, además, a través de lo no dicho. Cunillé domina la elipsis, el silencio, la ambigüedad. Estos elementos no son vacíos, sino espacios donde la ideología se hace presente con más fuerza. Cuando el conserje alude, por ejemplo, a “lo que se espera de uno”, o a “cómo deben hacerse las cosas”, está movilizando un conjunto de normas sociales que construyen la subjetividad como obediente, conformista, temerosa. La sujeción se da, por tanto, no a través de la violencia explícita, sino mediante una interiorización de reglas y discursos que organizan el mundo social. Esta es la fuerza del teatro de Cunillé: mostrar cómo la ideología no necesita imponerse si ya habita en las conciencias.

Sin embargo, también hay fisuras. La presencia del joven extranjero, con su mirada diferente, su incomodidad y su silencio obstinado, introduce una grieta. Su sola existencia interrumpe el discurso hegemónico del conserje. Esta es la clave de la subversión en la obra: no se da mediante la revolución, sino a través de una presencia que incomoda, que desajusta el orden simbólico. El teatro de Cunillé se inscribe así en una tradición crítica que desvela las estructuras invisibles del poder y propone una resistencia sutil pero persistente.

En conclusión, Après moi, le déluge construye un dispositivo escénico que permite analizar con precisión la imbricación entre ideología y subjetividad. La tensión entre sujeción y subversión se hace presente no solo en el contenido del texto, sino también en su forma dramatúrgica: en los silencios, en los gestos, en la economía del lenguaje. Cunillé nos muestra cómo el poder se filtra en lo cotidiano, y cómo incluso en las situaciones más aparentemente triviales se libran batallas simbólicas profundas. El teatro, en este sentido, se convierte en un espacio privilegiado para interrogar el presente y abrir posibilidades de pensamiento y acción crítica.

Bibliografía

  • Althusser, L. (1974). Ideología y aparatos ideológicos del Estado. Siglo XXI Editores.
  • Cunillé, L. (2007). Après moi, le déluge. Barcelona: Ediciones de la Universidad de Barcelona.
  • Eagleton, T. (2007). La idea de cultura. Ediciones Paidós.
  • Foucault, M. (1992). Microfísica del poder (2.ª ed.). Ediciones La Piqueta.
  • Lehmann, H. T. (2013). Teatro posdramático (V. Cortés, Trad.). Alba Editorial. (Obra original publicada en 1999)
  • Zizek, S. (1999). El espinoso sujeto: el centro ausente de la ontología política. Fondo de Cultura Económica.

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