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Análisis de «Après moi, le déluge», de Lluïsa Cunillé

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Análisis de «Après moi, le déluge», de Lluïsa Cunillé

Après moi, le déluge, de Lluïsa Cunillé ¿Cómo se manifiestan en esta obra teatral la relación entre ideología y subjectividad, y la…
Après moi, le déluge, de Lluïsa Cunillé ¿Cómo se manifiestan en esta obra teatral la relación entre ideología y…

Après moi, le déluge, de Lluïsa Cunillé

¿Cómo se manifiestan en esta obra teatral la relación entre ideología y subjectividad, y la tensión entre sujeción y subversión?

En Après moi, le déluge (2007), Lluïsa Cunillé despliega una dramaturgia sobria pero de una carga política y simbólica intensa. La obra se sitúa en un espacio cerrado, cotidiano, aparentemente insignificante, donde dos personajes —un conserje y un joven inquilino extranjero— dialogan de forma en apariencia anodina, pero profundamente cargada de implicaciones ideológicas. Esta estructura permite a Cunillé explorar la manera en que la ideología no se impone únicamente desde las estructuras macro (Estado, leyes, economía), sino que se infiltra en lo micro: en los hábitos del lenguaje, en los gestos, en las relaciones cotidianas. Así, la subjetividad de los personajes se configura y se ve tensionada por esta ideología que se presenta como sentido común.

La elección del título ya anuncia una clave de lectura ideológica. La frase Après moi, le déluge (tras de mí, el diluvio), atribuida a Luis XV, condensa una visión del mundo centrada en el individualismo y el colapso del proyecto colectivo. Esta declaración resignada —o cínica— funciona como telón de fondo para la acción dramática: una sociedad en decadencia moral, incapaz de hacerse cargo del otro, del extranjero, del diferente. El conserje encarna precisamente esa subjetividad atravesada por el miedo y el rechazo al cambio, que se traduce en una actitud pasivo-agresiva hacia el joven extranjero. No es un “villano” en términos clásicos, sino una figura profundamente ideologizada que repite, casi sin cuestionárselo, los discursos del orden establecido: la sospecha hacia el inmigrante, la resignación ante la precariedad, la defensa del statu quo.

Frente a esta figura aparece el joven, cuya subjetividad se presenta en construcción, fragmentada, en parte silenciada. Cunillé no le da un discurso claro ni le permite contradecir frontalmente al conserje: y es justamente esta elección dramatúrgica la que pone en evidencia la asimetría de poder. El joven representa la posibilidad de una subversión, pero esta es constantemente contenida por la estructura de sujeción que lo rodea. La obra no ofrece una catarsis, ni un enfrentamiento abierto, sino una tensión latente entre la sumisión al orden y el deseo de quebrarlo.

La ideología se manifiesta en la obra, además, a través de lo no dicho. Cunillé domina la elipsis, el silencio, la ambigüedad. Estos elementos no son vacíos, sino espacios donde la ideología se hace presente con más fuerza. Cuando el conserje alude, por ejemplo, a “lo que se espera de uno”, o a “cómo deben hacerse las cosas”, está movilizando un conjunto de normas sociales que construyen la subjetividad como obediente, conformista, temerosa. La sujeción se da, por tanto, no a través de la violencia explícita, sino mediante una interiorización de reglas y discursos que organizan el mundo social. Esta es la fuerza del teatro de Cunillé: mostrar cómo la ideología no necesita imponerse si ya habita en las conciencias.

Sin embargo, también hay fisuras. La presencia del joven extranjero, con su mirada diferente, su incomodidad y su silencio obstinado, introduce una grieta. Su sola existencia interrumpe el discurso hegemónico del conserje. Esta es la clave de la subversión en la obra: no se da mediante la revolución, sino a través de una presencia que incomoda, que desajusta el orden simbólico. El teatro de Cunillé se inscribe así en una tradición crítica que desvela las estructuras invisibles del poder y propone una resistencia sutil pero persistente.

En conclusión, Après moi, le déluge construye un dispositivo escénico que permite analizar con precisión la imbricación entre ideología y subjetividad. La tensión entre sujeción y subversión se hace presente no solo en el contenido del texto, sino también en su forma dramatúrgica: en los silencios, en los gestos, en la economía del lenguaje. Cunillé nos muestra cómo el poder se filtra en lo cotidiano, y cómo incluso en las situaciones más aparentemente triviales se libran batallas simbólicas profundas. El teatro, en este sentido, se convierte en un espacio privilegiado para interrogar el presente y abrir posibilidades de pensamiento y acción crítica.

Bibliografía

  • Althusser, L. (1974). Ideología y aparatos ideológicos del Estado. Siglo XXI Editores.
  • Cunillé, L. (2007). Après moi, le déluge. Barcelona: Ediciones de la Universidad de Barcelona.
  • Eagleton, T. (2007). La idea de cultura. Ediciones Paidós.
  • Foucault, M. (1992). Microfísica del poder (2.ª ed.). Ediciones La Piqueta.
  • Lehmann, H. T. (2013). Teatro posdramático (V. Cortés, Trad.). Alba Editorial. (Obra original publicada en 1999)
  • Zizek, S. (1999). El espinoso sujeto: el centro ausente de la ontología política. Fondo de Cultura Económica.

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Entre el sacrificio y la subversión de la existencia en ‘Después de mí, el diluvio’

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Entre el sacrificio y la subversión de la existencia en ‘Después de mí, el diluvio’

En esta intervención se propone un análisis de la obra Después de mí, el diluvio de Lluïsa Cunillé desde una perspectiva crítica centrada en la relación entre ideología y subjetividad, y en la tensión entre sujeción y subversión. A través del estudio del desarrollo dramático, se examinará cómo las subjetividades representadas en la obra son construidas, erosionadas o anuladas por dispositivos ideológicos que operan desde el género, la familia, el trabajo y la violencia estructural. Este análisis se apoya en…
En esta intervención se propone un análisis de la obra Después de mí, el diluvio de Lluïsa Cunillé desde…

En esta intervención se propone un análisis de la obra Después de mí, el diluvio de Lluïsa Cunillé desde una perspectiva crítica centrada en la relación entre ideología y subjetividad, y en la tensión entre sujeción y subversión. A través del estudio del desarrollo dramático, se examinará cómo las subjetividades representadas en la obra son construidas, erosionadas o anuladas por dispositivos ideológicos que operan desde el género, la familia, el trabajo y la violencia estructural.

Este análisis se apoya en las teorías de Louis Althusser sobre la interpelación ideológica, de Judith Butler sobre la sujeción como condición ambivalente del sujeto, y en el concepto de subalternidad de Gayatri Spivak, especialmente en lo que respecta a la imposibilidad de hablar del sujeto oprimido. También se toma como referencia la noción hegeliana de reconocimiento, que atraviesa el conflicto central de la obra: el deseo de existencia simbólica de un hijo ya ausente.

Desde estos marcos teóricos, se sostiene que la obra demuestra por medio de su dramaturgia una situación clara de cómo funcionan las lógicas de dominación ideológica, así como una posibilidad – aunque mínima – de resistencia y subversión dentro de los mismos dispositivos que sujetan a los personajes.

Desde el inicio, el personaje del hombre de negocios representa una subjetividad marcada por el privilegio masculino. Su manera de dirigirse a la intérprete es reveladora: le coge la mano, le pide que se suelte el pelo. Estos gestos, naturalizados en escena, ilustran una ideología de género normalizada, donde la disposición femenina al agrado del masculino se asume sin resistencia visible. El malestar que puede generar en el público evidencia que estas acciones son productos ideológicos que reafirman una estructura patriarcal.

Por otro lado, el personaje del padre articula otra forma de ideología: la de la servidumbre y el sacrificio. Este hombre, marcado por la pobreza y la marginalidad, ha interiorizado una visión del mundo donde el valor de un individuo se mide según su utilidad productiva y obediencia. Vende simbólicamente a su hijo al hombre de negocios describiéndolo como una mercancía: eficiente, silencioso, disciplinado, útil. Le ofrece, además, la posibilidad de castigarle físicamente si no cumple con lo esperado. Este acto revela la sujeción profunda del padre a un orden ideológico violento, heredado y reproducido.

Aquí, la subjetividad del hijo no está nunca directamente representada. Siempre es hablada por otros, lo que lo convierte en un ejemplo literal del sujeto subalterno, en el sentido de Spivak: aquel que no puede hablar, porque siempre es interpretado o representado por una voz ajena. Su experiencia queda anulada bajo el peso de las estructuras patriarcales y militares que han moldeado su existencia desde la infancia. Fue secuestrado por la milicia, moldeado para obedecer sin sentimientos, sin deseo. Es, en ese sentido, un sujeto completamente producido por la sujeción ideológica.

Sin embargo, hay también señales de subversión. El giro dramático que revela que el hijo ha muerto hace años, y que todo el encuentro ha sido una puesta en escena del padre para darle existencia simbólica, se puede leer como una resistencia desesperada a la desaparición total. Si, como dice Hegel, el sujeto necesita del reconocimiento para existir, el padre ha construido una narrativa tan potente que logra que el hombre de negocios reconozca al hijo como un sujeto. Esa ficción tiene un efecto real: genera reconocimiento, deseo de incorporación, incluso respeto.

En esta acción extrema del padre se ve una tensión entre la sujeción y la subversión: por un lado, reproduce la ideología del sacrificio y la servidumbre; por otro, subvierte el orden al crear una presencia donde solo había ausencia. El acto de seguir al hombre de negocios, observarlo, planear el encuentro, revela una voluntad subjetiva que se resiste a la desaparición.

En definitiva, Después de mí, el diluvio expone con precisión la forma en que la ideología penetra en lo cotidiano, constituyendo subjetividades sometidas que no están exentas de conflicto. La obra de Cunillé dramatiza el modo en que el sujeto puede ser reducido a una función o a una voz ajena, y cómo, incluso desde ese lugar de anulación, puede emerger una acción simbólica cargada de sentido.

La obra sitúa al espectador en una zona de ambigüedad, donde la sujeción aparece como condición de posibilidad para toda forma de existencia, y la subversión como un gesto  profundamente humano. Los personajes encarnan los efectos de una ideología que los forma y los limita, pero que también puede ser puesta en crisis a través del reconocimiento. Así, Cunillé no solo nos invita a pensar en el poder estructurante de la ideología, sino también en la potencia de la narrativa para trastocar el orden establecido. La obra sugiere que incluso desde la subordinación más radical es posible articular una subjetividad que se resista a desaparecer.

Referencias

Althusser, Louis. Ideología y aparatos ideológicos del Estado. En: Althusser, Louis. La filosofía como arma de la revolución. Madrid: Siglo XXI, 2008. pp. 102-151.

Butler, J. (2001). Introducción. En Mecanismos psíquicos del poder (pp. 11-42). Ediciones Cátedra-Universitat de Valencia.

Butler, J. (2001). La conciencia nos hace a todos sujetos. En Mecanismos psíquicos del poder (pp. 119-145). Ediciones Cátedra-Universitat de Valencia.

Cunillé, Lluïsa. “Après moi, le déluge (Después de mí, el diluvio)”. En: Dramaturgias españolas en la escena actual, editado por Raquel García-Pascual, 185-247. Barcelona: Castalia Ediciones, 2011.

Spivak, G. (2003) “¿Puede hablar el subalterno?” Revista Colombiana de Antropología 39, pp. 297-364

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Entre recepciones y diluvios: cuando la ideología habla por nosotros.

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Entre recepciones y diluvios: cuando la ideología habla por nosotros.

Lluïsa Cunillé en su obra Après moi, le déluge, publicada en 2007, crea una obra de teatro en cuyo trasfondo resuenan conflictos ideológicos y existenciales. El título proviene una famosa frase que se le atribuye a Luis XV «Después de mí, el diluvio»; en la que se observa la decadencia; un ejemplo de la indiferencia de un rey déspota ante las consecuencias que conllevaron sus actos. La obra se ambienta en un pequeño hotel y es en este mismo escenario donde…
Lluïsa Cunillé en su obra Après moi, le déluge, publicada en 2007, crea una obra de teatro en cuyo trasfondo…

Lluïsa Cunillé en su obra Après moi, le déluge, publicada en 2007, crea una obra de teatro en cuyo trasfondo resuenan conflictos ideológicos y existenciales. El título proviene una famosa frase que se le atribuye a Luis XV «Después de mí, el diluvio»; en la que se observa la decadencia; un ejemplo de la indiferencia de un rey déspota ante las consecuencias que conllevaron sus actos.

La obra se ambienta en un pequeño hotel y es en este mismo escenario donde se llevarán a cabo una serie de situaciones triviales entre los personajes de la obra. Lo que al principio parecerán situaciones banales de la vida cotidiana, acabará revelando como la ideología penetra en la subjetividad y como es capaz de modelar la percepción que tenemos ante el deseo y la acción. Será en este mismo contexto en el que el lector presentará una gran tensión entre la sujeción y la subversión, entre la interiorización de los diferentes discursos de poder y la posibilidades existente de aceptarlos desde dentro.

Desde un sentido althusseriano, la ideología se ve manifestada en la obra mediante las prácticas  y los gestos que caracterizan la subjetividad de los personajes. En este sentido hablaríamos de microideología que encontramos en el día a día,  y no de un gran discurso político. Podemos observar como los personajes están constituidos alrededor de cierta ideología política, y es que no son capaces de poder tenerla; esto se hace evidente mediante la forma en la que se expresan, las palabras que usan o evitan, los deseos que tienen; todo esto está influenciado por las ideologías interiorizadas.

Un ejemplo de lo que acabo de escribir nos lo ofrece el personaje del recepcionista, cuya personalidad neutra y de sumisión nos puede llegar a remitir a una figura sometida al sistema: su propia identidad se basa en el rol laboral, lo que lo despesonaliza y hace que su comportamiento se vea automatizado. La subjetividad de este personaje no se exterioriza, si no que más bien es algo que lo tiene tan interiorizado que es lo que constituye al personaje. En su forma de hablar y de relacionarse se ve influenciado por su rol de trabajo, de control y de vigilancia. Observamos como es la ideología neoliberal la que reduce al personaje únicamente a su valo de utilidad en el trabajo, ya que parece haber renunciado a cualquier deseo o aspiración propio.

Por otro lado, se nos introduce el término de desplazamiento mediante la visitante que proviene de un lugar no definidio; es su propia presencia la que con sus preguntas y dudas cuestiona la lógica del hotel. Sin embargo, y a pesar de es improvisación que puede presentar el personaje, observamos como incluso ella se mantiene a fin a las reglas del espacio en el que va a habitar. Algo que llama la atención es que la obra nunca propone una figura que se salga del dispositivo ideológico que se encuentre dentro del propio hotel.

Siguiendo a Judith Butler, podemos comentar que la sujeción está formada por sometimiento y constituición, es decir que los sujetos están producidos por el propio poder, pero nunca podríamos asegurar que esto es algo que siempre ocurra; ya que queda un resto desde donde puede emerger la subversión.

La autora hace énfasis en estos restos mediante las interrupciones, los malentendidos y los silencios, cfreando así un fallo del lenguaje en el que se pueda visibilizar la posibilidad de que emerja esa subversión de ese resto. Es el propio espacio, los elementos y el tiempo lo que ayuda a esa política de la interrupción; es en este propio sentido que la obra se puede situar en la tradición del teatro postdramático, ya que como señala Hans-Thies Lehmann, no representa un conflicto clásiso, sino que explora y explota el colapso del drama.

La subversión en la obra de Cunillé no se basa solo en la denuncia explícita de la obra, sino que va más allá, presenta la visibilización de dicho artificio al dramatizar a personajes que dicen frases vacías de sentido, que actúan por patrón sin llegar a entender sus acciones, es todo esto con lo que la autora pone en evidencia lo que se conoce como automatización del propio sujeto moderno.

Otro aspecto que hay que mencionar es el lenguaje que se hace uso en la obra, ya que lo podriamos describir como ambiguo al funcionar como un dispositivo de control como un espacio resistente. Los diálogos se componen en su gran mayoría por frases breves, mecámicas,con carencia de sentido y fluidez y, en muchas ocasiones, críticas. El lenguaje deja de ser una herramienta comuicativa de poder para convertirse en un campo de batalla, gracias a que el habla se vuelve sintomática mediante repeticiones y omisiones.

Concluyendo podemos decir que la obra no presenta soluciones ni modelos de resitencias claros, pero sí que plante una dramaturgia que da para pensar sobre las cuestiones de gran densidad política, como lo son la subjetividad y la sujeción que se produce en los sujetos funcionales. Todo esto ayuda a que el teatro se pueda volver en un lugar privilegiado, al que Judith Butler denominará «las condiciones de posibilidad del sujeto». La obra ayuda a situar al espectador ante la fragilidad del lenguaje y de la identidad, y ayuda a que se replantee que incluso nuestro deseos más íntimos se puede ven condicionados por las estructuras de poder.

Bibliografía.

Althusser, L. (2010). Ideología y aparatos ideológicos del Estado. Akal. (Trabajo original publicado en 1970)

Aznar Soler, M. (Ed.). (2011). Teatro español contemporáneo (1990-2010): Una panorámica. Visor.

Butler, J. (2002). El sujeto del deseo: Reflexiones hegelianas en el contexto contemporáneo. En Mecanismos psíquicos del poder (pp. 73–92). Cátedra.

Butler, J. (2021). El poder de la vulnerabilidad. Paidós.

Carbonell i Camós, N. (2017). Cultura y subjetividad [Material docente]. Oberta UOC Publishing, SL.

Cunillé, L. (2007). Après moi, le déluge. Fundació Sala Beckett / Arola Editors.

Foucault, M. (1996). La verdad y las formas jurídicas. Gedisa.

Jameson, F. (1991). La posmodernidad o la lógica cultural del capitalismo avanzado. Paidós. (Nota: si te refieres a otra edición o título, indícamelo y lo ajusto)

Lehmann, H.-T. (2013). Teatro posdramático. Paso de Gato.

Rancière, J. (2010). El espectador emancipado. Manantial.

Sáez, C. (2005). Lluïsa Cunillé: la veu invisible del nou teatre català. Serra d’Or, (546), 38–42.

Said, E. W. (1996). I. Territorios superpuestos, historias entrecruzadas. En Cultura e imperialismo (pp. 3–42). Anagrama. (Texto incluido en una edición de Culture and Imperialism, si es otra fuente, dime y lo adapto)

Said, E. W. (2002). Orientalismo. Debolsillo. (Edición original publicada en 1978)

Sánchez, C. B. (2006). La dramaturgia catalana contemporània. Angle Editorial.

Spivak, G. C. (2003). ¿Puede hablar el subalterno? (S. Giraldo, Trad.). Revista Colombiana de Antropología, 39, 297–364.

Vilarós, T. (1998). El mono del desencanto: Una crítica cultural de la transición española (1973–1993). Siglo XXI.

Žižek, S. (2001). El espinoso sujeto: El centro ausente de la ontología política. Akal.

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¿Cómo se manifiestan en esta obra teatral la relación entre ideología y subjectividad, y la tensión entre sujeción y subversión?

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¿Cómo se manifiestan en esta obra teatral la relación entre ideología y subjectividad, y la tensión entre sujeción y subversión?

Un chiste puede ser muy peligroso porque, tal cual contiene algo de verdad, también puede ser una mentira. Por esto es importante evitar los chistes de mal gusto. Sin embargo, reír de un chiste malo reconociéndolo como tal también puede, sagazmente, hacerlo revelar verdades. Esto es el punto de partida de Después de mí, el diluvio; un chiste con el tono de prejuicio hacia el Zaire. A partir de él se desenlaza una escena que expone un proceso triangular de…
Un chiste puede ser muy peligroso porque, tal cual contiene algo de verdad, también puede ser una mentira. Por…

Un chiste puede ser muy peligroso porque, tal cual contiene algo de verdad, también puede ser una mentira. Por esto es importante evitar los chistes de mal gusto. Sin embargo, reír de un chiste malo reconociéndolo como tal también puede, sagazmente, hacerlo revelar verdades.

Esto es el punto de partida de Después de mí, el diluvio; un chiste con el tono de prejuicio hacia el Zaire. A partir de él se desenlaza una escena que expone un proceso triangular de producción de individualidades en un diálogo entre dos personajes: el Hombre y la Interprete. Siguiendo las formulaciones de Edward Said en su Introducción a Orientalismo (2003), resonando a las teorías de Althusser en Ideología y aparatos ideológicos del Estado (2008), esta escena permite leer cómo la enunciación de un discurso permite crear sujetos, en su sentido de sumisión, y perpetuar ideologías que forman sujetos a partir de esta misma sumisión en un contexto circular.

A través de una lectura althusseriana de cómo el sujeto se forma por una interpelación del individuo por una ideología, esta obra de Luïsa Cunillé expone las dinámicas según las cuales en una relación colonialista uno se define en contraposición a la “imagen, personalidad y experiencia del otro” (Said, 2003, p.20). Esto es, la construcción de individualidades por un discurso de dominación del otro. Sin embargo, en su contrapartida, la obra presenta también un modelo de subversión a esta institución.

El personaje Hombre es una caracterización de un viajante occidental. Es un hombre de negocios que habla de empresas multinacionales, las cuales la Interprete nunca ha escuchado, pero que vienen de Europa y EEUU y que él supone que todo el mundo conoce. El Hombre se siente cómodo donde se encuentre, por eso está descalzo en el pasillo del hotel, y se ve autorizado a diferentes peticiones: pide la mano de la Intérprete para leerla y que suelte el pelo, son pedidos constantes que se revelen y que se demuestre a su utilización. Como la relación entre la cortesana egipcia y Flaubert que Edward Said presenta en la introducción de Orientalismo, hace su contraparte como sujeta sumisa porque “puede hacer que lo sea” (2003, p.25)..

A lo largo del diálogo, la Intérprete se revela según una entrevista por el Hombre, resonando la interpelación del sujeto de Althusser, y analizada por Judith Butler (Butler, 1997). La personaje Interprete es construida a partir de la interpelación por el personaje Hombre, y en esto mantiene una especie de sumisión a la posición de él en la conversación. Él invoca, y ella responde, hasta sentir que la está “poniendo a prueba”. 

La construcción de los dos personajes busca establecerlos como exentos de intereses. Así, realiza una alegoría de la manera disimulada en que trabaja la ideología. Sin embargo, los matices de cómo ellos se posicionan en una “negociación” permiten comprender diferentes perspectivas que asumen.

El hombre de negocios no necesariamente tiene un interés particular en las negociaciones – hoy día los mediadores de negocios son tan importantes como las partes que firman un acuerdo. Su papel es buscar su mejor beneficio donde dos partes quieren algo. Así podemos entender por la manera que parece conocer diferentes negocios e incluso buscar compradores para la granja de su amigo belga. Él buscará oportunidades para sí mismo donde dos personas buscan un acuerdo.

La intérprete, por su vez, está en el medio de las dos partes de una negociación. Sin embargo, a diferencia de su contraparte, debe hacer una mediación en que cada lado se entienda, pero no debe asegurarse que se encuentren de acuerdo. Conoce bien a los dos lados y puede hacerlos entenderse, pero no participa directamente de la negociación y debe buscar ser ausente. Ella buscará que el acuerdo sea claro entre las dos partes. Es la cara de la ideología que se hace desinteresada, pero que puede servir a un o al otro.

El clímax de la escena ocurre cuando una persona viene a pedir al Hombre que le ayude con su hijo. Aquí la llamaremos Interpretado, porque habla a través de la Intérprete. Conforme avanza esta etapa de la narración, la figura de la Intérprete y del Interpretado confunden sus voces. Ya no se sabe si es la Intérprete, o si es este tercer personaje quien habla, pero las hablas salen por la Intérprete. Aunque, al inicio de la conversación, él mismo ya no se veía cómodo que su intérprete fuera una mujer, lo que expone las dificultades de cómo uno se encaja en un juego de representaciones.

Durante la negociación en que se ponen, ambos los lados delinean aquello que uno quiere ser y quiere que el otro vea, un intercambio entre deseos que dibuja las líneas donde sujetarse al otro y donde no.

El Hombre es esquivo, porque quiere protegerse en su condición de dominación y evitar la responsabilidad, el cuidado. Como mediador de negocios, su interés es no implicarse con los resultados, tal como se vislumbra en una relación de dominación. Representa un antagonismo al punto de las teorías de Judith Butler, donde vulnerabilidad y responsabilidad se fusionan para resolver desigualdades (Butler, Birulés y Segarra, 2018). Al final, el Hombre hace una pequeña concesión y acepta conocer “el hijo” para regalarle un reloj. Cuando cede en algo, la Intérprete revela que “el hijo” era una ficción. 

Con este arco narrativo, la autora utiliza la ficción para suspender y desarmar la ideología. Althusser reconoce que para ser sujeto y participar en la sociedad hace falta dejar de ser individuo; pero siempre al pronunciar el discurso uno vuelve a la ideología (2008, 141). Edward Said indicará cómo es importante para el Oriente asumir el relato de su realidad y que esta no sea una representación creada por fuera de sí. El artificio es que la Intérprete deja de ser eso a servicio de las seducciones del Hombre y pasa a hablar en la voz del Interpretado.

La conclusión de la obra se radica, así, en cómo relacionar realidad con el discurso a partir del que lo enuncia; no a partir de lo que uno enuncia sobre el otro.  El discurso apunta sobre algo y hace de esto suyo. Como formula Edward Said, “identidades geográficas y culturales son creación del hombre” (2003, 24) pero que tienen una “realidad correspondiente” (2003, 25). Esta realidad, por su vez, puede moldearse según las posiciones adoptadas para enunciarla. Es la reproducción de sus condiciones a partir de la ideología, según Althusser (2008, 107). La dominación está en enunciar esta realidad y decidir lo que puede ser suyo y lo que no. Cuando es el sujeto sumiso que enseña el artificio que existe en estas enunciaciones, demuestra la vulnerabilidad del que lo enuncia y lo que sustenta su fuerza de negociación. Es una patada al tablero que exige comenzar de nuevo el juego. En los términos de Althusser, será salir de la ideología y encontrar al individuo, para mostrar que “estaba en la ideología” (2006, 142). 

Bibliografía

Althusser, Louis. Ideología y aparatos ideológicos del Estado. En: Althusser, Louis. La filosofía como arma de la revolución. Madrid: Siglo XXI, 2008. pp. 102-151.

Butler, Judith. The psychic life of power : theories in subjection. Stanford University Press. Stanford, California. 1997.

Butler, Judith, Birulés, Fina y Segarra, Marta. L’embolic del gènere: Per
què els cossos importen? Conferencia en CCCB. 15 de octubre de 2018, Barcelona: https://www.cccb.org/ca/multimedia/videos/judith-butler-fina-birules-i-marta-segarra/230066

Said, Edward W. Introducción. En: Said, Edward W. Orientalismo. Barcelona : Debolsillo, 2003. pp. 19-54.

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Después de mí, el diluvio: ideología y subjetividad, sujeción y subversión. María Ruiz Platero

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Después de mí, el diluvio: ideología y subjetividad, sujeción y subversión. María Ruiz Platero

En Después de mí, el diluvio (2008), Cunillé retrata a través de un interesantísimo diálogo entre un hombre de negocios y una intérprete de qué forma las ideologías conforman los sujetos y, también, cómo los sujetos lo son en un doble sentido, a la par que esta dependencia dificulta la subversión con respecto de la norma. En primer lugar, recogemos la definición de ideología de Althusser, “el sistema de ideas, de representaciones, que domina el espíritu de un hombre o…
En Después de mí, el diluvio (2008), Cunillé retrata a través de un interesantísimo diálogo entre un hombre de…

En Después de mí, el diluvio (2008), Cunillé retrata a través de un interesantísimo diálogo entre un hombre de negocios y una intérprete de qué forma las ideologías conforman los sujetos y, también, cómo los sujetos lo son en un doble sentido, a la par que esta dependencia dificulta la subversión con respecto de la norma.

En primer lugar, recogemos la definición de ideología de Althusser, “el sistema de ideas, de representaciones, que domina el espíritu de un hombre o de un grupo social” (Althusser, 1974). Es, dicho muy rápidamente, una forma de ver el mundo, pero especialmente de imaginar cómo nos relacionamos con él. La ideología no es mero pensamiento o idea, sino que tiene carácter material, pues ordena nuestras prácticas.

En Después de mí, el diluvio, se ve muy marcadamente la ideología de un país que ha sido colonizado por occidente: los blancos tienen el poder económico y de recursos, mientras que la población negra se ve sumida en la miseria. Nos parece perfectamente normal, al leer la obra de Cunillé, que la dignidad en la vida de un niño negro dependa de que un blanco le salve, le vea como valioso y merecedor de una oportunidad. Porque, “obviamente”, se hace impensable en esta ideología que una vida negra no occidentalizada pueda ser plena y feliz. 

Aquí vemos también cómo “la reproducción de las condiciones de producción es la condición última de la producción” (Althusser, 1974). Véase cómo el hombre de negocios prefiere seguir pagando a la policía, por no fiarse de ella, antes de ir en su contra. Parece que todo esfuerzo productivo (las extracciones de coltán que dirige el hombre de negocios, las plantaciones, toda esa red de hombres blancos de negocios que conoce y que trabajan explotando recursos en África) se dirige en primera instancia a mantener la hegemonía económica de Occidente, pero también y especialmente la cultural, demostrando que Europa es la única que puede hacer avanzar una economía y otorgar vidas valiosas a sus ciudadanos. 

Aprovecho para mencionar ahora el trabajo de Said, quien expresa que “la relación entre la política imperialista y la cultura es asombrosamente directa” (Said, 1996) y menciona cómo imperialismo y colonialismo están “apoyados por impresionantes formaciones ideológicas que incluyen la convicción de que ciertos territorios y pueblos necesitan y ruegan ser dominados” (Said, 1996). Lo que aplica a países enteros repercute en las vidas concretas: un padre está de acuerdo con su hijo en que lo mejor que le puede pasar es que un hombre blanco le instruya, digamos, para poder pasar el bando “bueno”, porque el propio no tiene nada que ofrecer. Se muestra así cómo “la base de la autoridad imperial residía (también) en la actitud mental del colonizado” (Said, 1996) (el también es añadido mío). Se hace imposible pensar una alternativa al orden político, económico y cultural, una alternativa a la ideología. “Después de mí, el diluvio”, después de este orden social, no se nos ocurre nada. Mientras se perpetúa la violencia de occidente por conseguir los propios objetivos (contratar mano de obra en África en pésimas condiciones), se mantiene que, a fin de cuentas “nosotros les dimos modernización y progreso (…) orden y cierta clase de estabilidad que ellos no han sido capaces de conseguir por sí mismos” (Said, 1996). Vemos en estos personajes cómo la intérprete y el hombre de negocios permanecen impasibles ante los sufrimientos del Zaire, que incluso bromean sobre ellos al principio o cambian de tema rápidamente al finalizar la reunión con el padre, pues parece que vivir con miedo o entrar en una guerrilla formada por niños es “lo normal” para la población de la zona. El hombre no tendrá escrúpulos en seguir explotando coltán, es lo normal y lo adecuado para él, mientras que el padre es capaz de narrar una historia inventada, presupuesta para su hijo, llena de miserias.

Volvemos entonces a cómo la ideología moldea las experiencias de los individuos. Parece haber un llamado, una interpelación, como dice Althusser, para cada personaje de la obra, al que ellos responden. Aceptar el nombre que nos da el otro, en concreto el poder, someternos a sus previsiones sobre nosotros, nos dota de subjetividad. El hombre de negocios no disfrutaba de ser llamado patrón, pero si lo oía sabía que se referían a él. Del hijo, muerto hace años, se esperaba una vida dura y trágica, llena de violencias y carencias. Y da la impresión de que, aunque el hijo no se encuentre físicamente, empieza a existir cuando aceptamos su historia. Entonces, solo existimos como seres únicos y enlazados con el resto cuando somos vistos, percibidos y actuados como se espera de nosotros. Para ello, el negro de África debe mostrarse como ser inferior, dependiente del blanco occidental y sometido a su poder. ¿Ha sido actriz la intérprete si nunca ha salido en la película que rodó?

Queda claro que “el sujeto es simultáneamente formado y subordinado” (Butler, 2010), que para poder ser considerado alguien con un nombre único, divisible del resto, hay que pasar a un mismo tiempo por un molde o una presión. Si bien el padre quiere liberar a su hijo de la penuria, para poder hacerlo debe pasar primero por el aro de someterse bajo las características de “negro” o “necesitado”, aceptando que “en su país no hay nada para él” mientras que “el hombre blanco sabrá lo que hacer” pues “ningún sujeto puede emerger sin este vínculo formado en la dependencia” (Butler, 2010).

Por último, es destacable cómo en ningún momento el padre entra en escena, sino que su voz depende de la traducción de la intérprete. Más allá, ni siquiera el hijo puede vivir su vida para contarla. Esto nos remite directamente a la tesis de Spivak (2003) de que el subalterno no puede hablar. Su voz y sus vivencias, por lo tanto, cómo se construye y se concibe su subjetividad, dependerá de aquellos en el poder. En este caso, de la traducción de una mujer que quiere tomar el sol y del tiempo que un hombre al que le sobra un reloj esté dispuesto a escuchar una historia interesante.

 

Bibliografía

Althusser, L. (1974). “Ideología y aparatos ideológicos del Estado”. (A. J. Pla, Trad.) Buenos Aires: Letra e.

Butler, J. (2010). “Introducción”. En Mecanismos psíquicos de poder. Cátedra, pp. 11-41.

Cunillé, L. (2008). “Après moi, le déluge”. Deu peces. Barcelona: Edicions 62, pp. 452-507. 

Said, E. (1996) “I. Territorios superpuestos, historias entrecruzadas”. En: Cultura e imperialismo, 35-73. Barcelona: Anagrama.

Spivak, G. (2003) “¿Puede hablar el subalterno?” Revista Colombiana de Antropología 39, pp. 297-364.

Debate0en Después de mí, el diluvio: ideología y subjetividad, sujeción y subversión. María Ruiz Platero

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La diluida voz del Otro

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La diluida voz del Otro

Cuatro sujetos encarnados en dos actores. Esta es la propuesta de la obra teatral de Lluïsa Cunillé Après moi, le déluge (Cunillé, 2007) para hablarnos de la construcción del sujeto desde diferentes puntos de partida. Situada temporal y espacialmente en la capital del Congo, Kinshasa, la autora catalana da voz a un Hombre de negocios, a una Intérprete, a un Anciano congoleño que negocia con el hombre el futuro de su hijo como si de un producto se tratara. La…
Cuatro sujetos encarnados en dos actores. Esta es la propuesta de la obra teatral de Lluïsa Cunillé Après moi,…

Cuatro sujetos encarnados en dos actores. Esta es la propuesta de la obra teatral de Lluïsa Cunillé Après moi, le déluge (Cunillé, 2007) para hablarnos de la construcción del sujeto desde diferentes puntos de partida. Situada temporal y espacialmente en la capital del Congo, Kinshasa, la autora catalana da voz a un Hombre de negocios, a una Intérprete, a un Anciano congoleño que negocia con el hombre el futuro de su hijo como si de un producto se tratara.

La obra se plantea como un juego de voces, reflejos de la subjetividad y la ideología dominante, desde el principio por la relación que se establece entre el hombre de negocios y la intérprete —marcada por los roles de género en el lenguaje entre ellos, de la sutileza en el halago y la interpelación entre los dos géneros—, y también por los empleos de cada uno de ellos: un hombre de negocios, una intérprete que antes quiso ser cantante o actriz. Sin embargo, para entender cuál es la visión de la subjetividad y de la ideología que se nos presenta en la obra, debemos fijarnos en el hecho de que en el escenario hay tres sillas, una de las cuales en todo momento estará vacía.

Es decir, quien tiene voz propia es el hombre de negocios, blanco, heterosexual y europeo, y quienes son interpretados por la intérprete, como si fuera una suerte de médium, son el anciano y a través de este su hijo. Por tanto, como si de una suerte de muñeca rusa se tratara, la intérprete da voz al padre y el padre al hijo, haciendo que cada vez la voz y la corporeidad del subalterno esté más diluida, recordando la pregunta que lanza Gayatri Spivak en su ensayo ¿puede hablar el subalterno? (Spivak, 2003), dado que los personajes que se encuentran ante el hombre de negocios son el reverso de la moneda en la construcción del sujeto que nos presenta la ideología dominante y que afianzan o sujetan los Aparatos Ideológicos de Estado (Althusser, 2022) como son la familia, la escuela, la iglesia, etc.

Por tanto, la disolución del sujeto a media que se aleja de la ideología dominante. Disolución que tiene que ver con la creación de un imaginario del Otro (Said, 2014), en este caso de un país africano que ha sido colonizado y perimetrado a escuadra y cartabón por los colonizadores. De ese modo, la imaginación imperial fuerza la geografía, también la historia, hasta obtener aquello  imaginado/construido (Said, 2024). Dicho de otro modo, la relación entre subjetividad y sujeción se muestra en la idea prefabricada de África, haciendo válido aquello que no dice Neus Carbonell en Cultura y subjetividad sobre la ideología desde la mirada althusseriana de la misma: «la ideología es necesaria, en tanto que estructura, en la historia (…) más allá de las formas que históricamente ha tomado» (Carbonell, 2017).

Alteridad, ideología, subjetividad y sujeción se entremezclan para dar forma no solo a la tierra sino también al discurso de los sujetos que viven esa realidad. «(…) los sujetos ideológicos, «viajeros perdidos en la selva», se han de ocultar del hecho de que «fue probablemente el azar el que los determinó ante todo en su opción», han de creer que la decisión que han tomado está fundamentada, que los conducirá a su Meta» (Zizek, 2024).

Por tanto, cuatro personas perdidas «en la selva» de su subjetividad: el hombre de negocios: «Sempre m’ha semblat que em faltava alguna cosa, una cosa insignificant, però amb el temps ha esdevingut important» (Cunillé, 2007); la intérprete: «També vaig fer de cantant, deprès de ser actriu. (…) Actuàvem en festes i creuers de luxe, així és com vaig arribar a l’Àfrica» (Cunille, 2007), el anciano: «He vingut per poder sentir dir a algú que necessitava al meu fill» (Cunillé, 2007). Cada uno en su posición ideológica, subjetiva y sujeta a la realidad desde su perspectiva, muestran los síntomas, como diría Lacan, que articulan su sujeto, que son la razón por la que «gozan» en su desesperación. Sin embargo, parémonos en el subalterno del subalterno, desafiando al aforismo de Lacan de que «no puede haber Otro del Otro» (Carbonell, 2017): el hijo o, mejor dicho, la construcción «ideológica» que hace el anciano del recorrido existencial de su hijo en un lugar como el Congo.

«Vulnerable ante unas condiciones que no ha establecido, uno/a persiste siempre, hasta cierto puento, gracias a categorías, nombres, términos y clasificaciones que implican una alienación primaria e inaugural en la sociedad» (Buttler, 2010), o como diría Althusser la ideología atraviesa a uno antes de nacer, porque nace en un lugar con historia y con codiciones ideológicas particulares. Las condicones existenciales en las que viven las personas del Congo después de la colonización, además de los discursos que los atraviesan sobre su «subordinación natural» —racismo— con respecto a la metrópolis, hacen que el anciano haya sido educado en el no future (Fisher, 2016) y de ese modo negocia con el hombre blanco las condiciones de existencia futuras de su hijo. Un hijo que fue reclutado por las guerrillas para convertiser en un niño soldado, el cual aprendió a matar a los enemigos y que cometió las más terribles atrocidades. Aquello que Said en Cultura e imperialismo llama lo criminal del Imperialismo, se materializa en el discurso del anciano.

La destrucción de la identidad y del individuo llega a su paroxismo cuando el anciano narra que su hijo murió con tres años, pero que de haber vivido hubiera tenido esa vida. Por tanto, subjetividad y sujeción al discurso, como la «jaula de hierro» que Max Weber utiliza para la burocracia, introducida en la subjetividad después del diluvio de la colonización, y que, en consecuencia, se torna tensión entre lo que uno quiere y lo que uno deviene porque la subjetividad sujeta al individuo y lo fuerza hasta que quepa en el molde creado por la ideología y, como se muestra en el final de la obra, a la subjetividad solo le queda, como diria Freud, el sueño como sublimación de  su terrible situación. Sin embargo, no ha vencido al síntoma (Lacan, 2024).

Bibliografía

Althuesser, L. [Louis]. (2024). La filosofía como arma para la revolución. Siglo XXI.

Butler, J. [Judith]. «La conciencia nos hace a todos sujetos». En. J. [Judith] Butler, Mecanismos psíquicos del poder (pp. 119-145). Cátedra.

Carbonell i Camós, N. [Neus]. (2017). Cultura y subjetividad. UOC.

Cunillé, L. [Lluïsa]. (2007). Après moi, le délegue. En. Cunillé, Lluïsa. Dues peces, (pp. 449-507). Edicions 62.

Fisher, M. [Mark]. (2016). Realismo capitalista. Caja negra.

Freud, S. [Sigmund]. (1975). Introducción al psicoanálisis. Alianza Editorial.

Lacan, J. [Jacques]. (2024). El sinthome. Seminario 24. Paidós.

Zizek, S. [Slavoj]. (2024). El sublime objeto de la ideología. Siglo XXI.

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Ideología, sujeción y subversión: breve análisis de Después de mí, el diluvio

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Ideología, sujeción y subversión: breve análisis de Después de mí, el diluvio

La pieza teatral de Lluïsa Cunillé, Después de mí, el diluvio (2011), es una ventana que permite estudiar cómo se relacionan ideología y subjetividad, y cómo se presenta la tensión entre sujeción y subversión usando como excusa una charla fuera de lo común en un contexto relativamente común, un hotel en Kinshasa, República Democrática del Congo, que se convierte en el escenario en el cual un hombre de negocios, una intérprete y un agobiado e invisible padre, se transforman en…
La pieza teatral de Lluïsa Cunillé, Después de mí, el diluvio (2011), es una ventana que permite estudiar cómo…

La pieza teatral de Lluïsa Cunillé, Después de mí, el diluvio (2011), es una ventana que permite estudiar cómo se relacionan ideología y subjetividad, y cómo se presenta la tensión entre sujeción y subversión usando como excusa una charla fuera de lo común en un contexto relativamente común, un hotel en Kinshasa, República Democrática del Congo, que se convierte en el escenario en el cual un hombre de negocios, una intérprete y un agobiado e invisible padre, se transforman en manifestaciones de subjetividades encontradas, que reflejan una posición de poder y dos tipos de respuestas encontradas: sujeción y subversión.

Los personajes

De acuerdo con Althusser (2021) cuando trae a colación la postura de Marx, “la ideología se convierte en el sistema de ideas, de las representaciones que domina el espíritu de un hombre o de un grupo social” (p. 17). El hombre de negocios (europeo, presumiblemente blanco, representante de una compañía explotadora de coltán), es un claro ejemplo de una subjetividad construida a partir de un sistema de ideas que se reconoce hegemónico en el sentido de Gramsci, y que suele encasillar al Otro de acuerdo con sus propios prejuicios: sus chistes de mal gusto y fuera de lugar, así como la sensación de superioridad que emana de su discurso tanto frente a la intérprete como frente al padre invisible, son reflejo de su autoproclamada supremacía. Así, el hombre de negocios es la representación del pensamiento colonialista, en el cual el Otro es estereotipado como un sujeto inferior, lo que muestra más de sí mismo que quienes le rodean, ya que, parafraseando a Carbonell cuando cita la obra de Said, en la construcción del Otro, se habla de Uno (Carbonell, 2017, p.53).

Por su parte, la intérprete juega un doble rol: por un lado, se representa a sí misma (por lo menos al personaje que ha creado de sí misma), y, por otro lado, es la voz del padre invisible. En su papel de sí misma, la intérprete es el reflejo de una posición de sujeción: no solo está al servicio del hombre de negocios por su trabajo, sino que también sigue su juego riendo ante sus palabras y dándole la razón ante la menor de sus ocurrencias: en su rol cómo sí misma, la interprete se ha hecho sujeto ante la ideología dominante al subyugarse a esta y a sus rituales, tanto que su postura inicial ante los temas que propone el hombre de negocios es realmente imposible de descifrar (¿realmente piensa como el hombre de negocios y le hacen gracia sus chistes, o simplemente se alinea con su punto de vista solo para asegurar su pago?). Lo que es claro es que, frente al hombre de negocios, la interprete en su rol de sí misma está en una situación de subordinación, y presumiblemente ha decidido conservar y maximizar dicho vínculo para asegurar su validación y reconocimiento como sujeto ante este, y con él, asegurar su bienestar. La intérprete en su rol de sí misma es un sujeto que se ha sometido totalmente a la ideología dominante, siendo un ejemplo claro de lo que menciona Butler (2015), cuando manifiesta que “ningún sujeto emerge sin un vínculo apasionado con aquellos de quienes depende de manera esencial” (p.18).

La solicitud por un hijo fallecido

Gracias al recurso teatral utilizado por Cunillé (2011), en su otro rol, la intérprete es la voz del padre invisible, ese que no existe sino porque le representa Otro al cual se le ha permitido el estatus de interlocutor válido, a aquel que, aunque tiene una existencia material, está reducido a una idea. De esta manera, el padre invisible es, en primera instancia, un Otro sin voz, que por sus características es considerado inferior, es un subalterno en el sentido de Spivak, aquel que “no puede hablar porque no forma parte del discurso” (Carbonell, 2017, p.56). Sin embargo, el personaje del padre invisible tiene un impacto que va mucho más allá de su presencia visual: si bien no está presente físicamente, tiene un peso incalculable en la pieza teatral, haciendo girar todo alrededor suyo.

El padre invisible, con su obstinación para hacerse oír, es una imagen de la subversión del subalterno ante las posturas que pretenden ignorar su voz: a pesar de no tener una voz propia, el padre logra elevar la misma para hacer que el representante de la ideología dominante preste atención a lo que tiene que decir, sin dar su brazo a torcer hasta lograr su objetivo, opacando incluso la voz de la intérprete, quién pasa de referirse a él en tercera persona, a hablar por él en primera persona:

  • Intérprete: Dice que le agradece mucho que le haya recibido sin tener una cita (Cunillé, 2011, p. 204).
  • Intérprete: Yo le he enseñado a mi hijo todo lo que sé, pero con eso no ha tenido bastante, él necesita que otro le enseñe lo que yo no puedo enseñarle (Cunillé, 2011, p. 209).

En todo momento, la solicitud del padre parece un despropósito al hombre de negocios, ya que tal petición está fuera de su realidad, de lo que para él resulta lo “normal”: hacerse cargo de otra persona no solo se aleja de su plan de vida, sino que luce como una solicitud exótica, carente de lógica. Sin embargo, una vez se desvela luego que todo se trataba de un ardid para insertar parte de su pensamiento dentro del pensamiento dominante, para incrustar una idea que a él le parece relevante, se muestra sublevado frente a la actitud déspota y carente de empatía de una forma de pensamiento que lo ha limitado a un estereotipo, a una simple idea distorsionada, una que, tomando las palabras de Said en Orientalismo (2003), “pretende dominar, reestructurar y tener autoridad” (p.21), sobre otras formas de pensamiento y de entender el mundo.

Así, Después de mí, el diluvio (2011), más que solo ser un drama alrededor de la realidad de muchos de los países del llamado tercer mundo, es una muestra de cómo la ideología dominante se relaciona con los individuos, influenciándolos a tal nivel que los convierte en sujetos, algunos bajo esta en posición de sujeción, otros frente a esta en posición de subversión, y de como esta percibe y clasifica las otras formas de pensamiento no hegemónicas desde su propia perspectiva.

Bibliografía

Althusser, L. [Louis] (2021). Ideología y aparatos ideológicos de estado (apuntes para una investigación). Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, 20 (78). https://doi.org/10.22201/fcpys.2448492xe.1974.78.80625.

Butler, J. [Judith] (2015). Introducción. En Butler, J. [Judith], Mecanismos psíquicos del poder (pp.11 – 41). Ediciones Cátedra. ISBN 9788437626833.

Butler, J. [Judith] (2015). Capítulo IV: La conciencia nos hace a todos sujetos. En Butler, J. [Judith], Mecanismos psíquicos del poder (pp.119 – 145). Ediciones Cátedra. ISBN 9788437626833.

Carbonell, N. [Neus]. (2017) Cultura y subjetividad [recurso de aprendizaje textual]. Fundación Universitat Oberta de Catalunya (FUOC).

Cunillé, L. [Lluïsa] (2011). Después de mí, el diluvio. En Dramaturgas españolas en la escena actual (pp.185 – 54). Edhasa. ISBN 9788497404167.

Said, E. [Edward] (2003). Introducción. En Said, E. [Edward], Orientalismo (pp.19 – 54). De Bolsillo.

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¿Cómo se manifiestan en la obra teatral de Cunillé la relación entre ideología y subjetividad, y la tensión entre sujeción y subversión? – Laura Moliner

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¿Cómo se manifiestan en la obra teatral de Cunillé la relación entre ideología y subjetividad, y la tensión entre sujeción y subversión? – Laura Moliner

La obra Après moi, le déluge de la dramaturga Lluïsa Cunillé comenta varios aspectos de los estudiados en este módulo, concretamente aquellos relacionados con la ideología de los individuos, la subjetividad y la tensión entre la sujeción y la subversión dentro de la sociedad. Tal como se ha leído, la obra trata una conversación entre un empresario del Primer Mundo y su intérprete con una persona del Tercer Mundo, de clase pobre y que vive en el Congo, en plena área del…
La obra Après moi, le déluge de la dramaturga Lluïsa Cunillé comenta varios aspectos de los estudiados en este módulo, concretamente…

La obra Après moi, le déluge de la dramaturga Lluïsa Cunillé comenta varios aspectos de los estudiados en este módulo, concretamente aquellos relacionados con la ideología de los individuos, la subjetividad y la tensión entre la sujeción y la subversión dentro de la sociedad.

Tal como se ha leído, la obra trata una conversación entre un empresario del Primer Mundo y su intérprete con una persona del Tercer Mundo, de clase pobre y que vive en el Congo, en plena área del coltán, un mineral de los denominados como raros y estratégicos para el nuestro día a día, pues muchos de los dispositivos móviles o inteligente que usamos no existirían de no ser por él. Además, a lo largo de la obra, se cita el mineral y la relación entre el empresario y el hombre congoleño gira alrededor del mismo.

Los dos personajes que representan al Primer Mundo en la obra se encuentran despersonalizados, pues al empresario solo le interesa hacer negocios sobre el coltán y a la intérprete, el sol y la calidez de la ciudad de Kinshasa. Estos, además, no tienen nombre alguno, lo cual es un claro ejemplo de la falta de subjetividad individual, tal y como la expresa Jameson: unos personajes que se han construido sobre la sujeción a la ideología dominante y que repiten el mismo fenómeno: la muerte del sujeto dentro de la sociedad.

En relación con el personaje que representa al Tercer Mundo, el padre congoleño, pobre y que lo único que tiene de valor es su hijo, también se somete a una ideología que asegura la continuidad del sistema y la reproducción de las relaciones de trabajo, tal como se deslinda de la teoría de Althusser (Althusser 1974, 10). Esta la presiona, según Butler (Butler 2010, 13), hacia a la subordinación a la ideología dominante, siendo un claro ejemplo la propuesta que este personaje le hace al hombre de negocios del Primer Mundo, la venta de su hijo como mano de obra en las minas de coltán.

Cabe destacar que su hijo no tiene diálogo alguno en la obra y la cual cosa es significativa, pues es la intérprete quien habla en nombre suyo. Por este motivo, se puede observar cómo la cultura tribal africana, durante la época imperialista de finales del siglo XIX y primera mitad del siglo XX, fue desapareciendo y fue sustituida por la cultura occidental, lo cual explica la idea de Oriente como una construcción occidental y la visión eurocéntrica de la intérprete, esto es, que sirve para que tal y como expresa Said “Europa se defina en contraposición a su imagen, su idea, su personalidad y su experiencia” (Said 1996, 20). Además, se muestra cómo el habla del sujeto subalterno, es decir, cualquier sujeto del Tercer Mundo, como el padre, su mujer o su hijo, lo define como un sujeto que no ocupa ninguna posición discursiva desde la que poder hablar o responder, como expresa Spivak (Spivak 2003, 2).

En este caso, el sujeto subalterno puede hablar y responder, pero está sometido a la percepción occidental del discurso sobre el Tercer Mundo y a la diferencia de clase y estrato social. Cabe cuestionar, aquí, el objetivo de la ideología, la de someter al sujeto, ya que el padre intenta la subversión desafiando al hombre de negocios, el hombre poderoso del Primer Mundo que domina mediante la imposición de su ideología, la cual cosa muestra la evidencia entre subversión y sujeción y la aceptación de un destino que es inevitable e inamovible, tal como se muestra en el siguiente fragmento de la obra:

INTÉRPRETE- Le he ofrecido a mi hijo.

HOMBRE- Pero ya ve que no basta.

INTÉRPRETE – Debería bastar.

HOMBRE- Tiene razón, pero así son las cosas.

(Cunillé 2008, 498).

De este modo, los personajes describen un status quo dentro del orden mundial, un entendimiento como algo inevitable y como un destino que se debe aceptar, como en el pasaje donde el padre muestra pena y dolor por la muerte de su hijo, por la pérdida de su posesión más preciada, y que este no ha podido vivir todo aquello que ha ido describiendo a lo largo de sus intervenciones (Cunillé 2008, 496). Este fragmento puede explicarse de la siguiente forma: el padre siente un peso sobre sus hombros, la responsabilidad de ser el amo del destino de su hijo, pero revela que el destino es algo ficticio, simbólico y carente de historia de la sujeción, pues, como escribió el propio Althusser, “la ideología interpela al individuo como sujeto”. Esta afirmación significa que la ideología es algo previo al individuo y que lo convierte en sujeto, es decir, la ideología ya existe antes de nacer el individuo y, cuando nace, la adquiere por el simple hecho de haber nacido en una determinada sociedad, transformándose así en un sujeto propio.

También, es necesario resaltar que, tanto al inicio de la obra, cuando se comentan los motivos del viaje, como al final de la misma, una vez el padre de familia ya se ha marchado y los representantes del Primer Mundo charlan animosamente, se representa la indiferencia que la sociedad del Primer Mundo tiene sobre los problemas y malestares del Tercer Mundo, como las condiciones laborales y económicas precarias y la subordinación a los intereses del Primer Mundo que no les permiten avanzar como Estados independientes.

En conclusión, Lluïsa Cunillé representa en esta obra cómo la evolución del individuo en la sociedad y su subjetividad están condicionadas por la ideología. La obra narra, dentro del contexto neocolonial de la segunda mitad del siglo XX, cómo el hombre blanco del Primer Mundo siente indiferencia por las penurias y dificultades sociales y económicas del hombre del Tercer Mundo y cómo esta dialéctica se contrapone en cada una de las elecciones que se toman en la obra, representado así la tensión entre sujeción y subversión y la visión eurocéntrica del Tercer Mundo y Oriente, como un bloque de Estados con unas condiciones económicas y sociales totalmente diferentes a Europa y que están sometidos a los designios de las empresas y hombres poderosos del Primer Mundo.

Bibliografía:

Althusser, Louis. Ideología y aparatos ideológicos del Estado. Buenos Aires: Letra e, 1974.

Butler, Judith. “Introducción”. En: Mecanismos psíquicos de poder, 11-41. Valencia: Cátedra, 2010.

Carbonell, Neus. Cultura y subjetividad. Recurso de aprendizaje textual, Fundació Universitat Oberta de Catalunya (FUOC), 2020

Cunillé, Lluïsa. (2008). “Après moi, le déluge”. En: Deu peces, 452-507. Barcelona: Edicions 62, 2008.

Prieto, Ana. “El horror invisible y el horror en escena. La pulsión rapsódica en Après moi, le déluge de Lluïsa Cunillé y en Y como no se pudrió …: Blancanieves, de Angélica Liddell.” Revista Signa, 22, (2013): 595-619. https://www.cervantesvirtual.com/nd/ark:/59851/bmc253d8

Said, Edward. “I. Territorios superpuestos, historias entrecruzadas”. En: Cultura e imperialismo, 35-73. Barcelona: Anagrama, 1996.

Spivak, Gayatri Chakravorty. “¿Puede hablar el subalterno?” Revista Colombiana de Antropología 39, (2003): 297-364. https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=105018181010

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Sujeciones y subversiones en la obra Après moi, le déluge de Lluïsa Cunillé

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Sujeciones y subversiones en la obra Après moi, le déluge de Lluïsa Cunillé

La obra Aprés moi, le déluge de Lluïsa Cunillé, una obra de una gran sencillez expresiva, presenta una red compleja de relaciones de poder, discursos ideológicos y mecanismos de subjetivación. A través del diálogo se entrama una serie de procesos a través de los cuales los sujetos son constituidos por la ideología, pero también por los modos en que intentan subvertir o renegociarla. Según Althusser,  la ideología interpela a los individuos como sujetos, es decir, los constituye al tiempo que…
La obra Aprés moi, le déluge de Lluïsa Cunillé, una obra de una gran sencillez expresiva, presenta una red…

La obra Aprés moi, le déluge de Lluïsa Cunillé, una obra de una gran sencillez expresiva, presenta una red compleja de relaciones de poder, discursos ideológicos y mecanismos de subjetivación. A través del diálogo se entrama una serie de procesos a través de los cuales los sujetos son constituidos por la ideología, pero también por los modos en que intentan subvertir o renegociarla. Según Althusser,  la ideología interpela a los individuos como sujetos, es decir, los constituye al tiempo que los sujeta. Esta doble dimensión —ser sujeto y estar sujeto— está claramente dramatizada en la obra. 

Por un lado, tenemos al empresario blanco, un sujeto de ideología neoliberal, formado en los valores del capital, el consumo y la autonomía individual. Ha renunciado a la pintura, al arte, a la memoria afectiva, en nombre de una lógica que lo presenta como libre, pero que en realidad lo subyuga a los intereses del mercado global. Por otro lado, tenemos al padre congoleño, que encarna una forma más interiorizada en lo que se refiere a la ideología, que contribuye a mantener el orden establecido y a reproducir las dinámicas laborales impuestas (Althusser, 1974). Esta lógica lo empuja a aceptar su posición subordinada, algo que ya nos mencionaba Butler (2010), lo cual aparece manifiesto en la sugerencia de que integre al niño en su vida. 

En cambio, el padre, su esposa y su hijo han sido sujetos de una ideología distinta, más brutal, que en su caso se manifiesta a través de la violencia estructural, el colonialismo, el extractivismo y la desposesión. Estos personajes están formados por aparatos ideológicos distintos (la empresa, la cultura occidental, la familia, el ejército, la ONG). La subjetividad de los personajes no es, pues, esencial ni estable, sino producto de sus historias, de los discursos que los han atravesado. El padre, su esposa y su hijo aparecen condicionados por la imagen que se tiene del Tercer Mundo, construida, por supuesto, desde la mirada occidental y europeizada, amén de por las desigualdades de clase que esta idea arrastra. 

La ideología, asimismo, se manifiesta también en los silencios y en los gestos. El empresario cree ser un individuo libre, pero está condicionado por las lógicas de explotación global: ha venido a Congo por negocios relacionados con el coltán. Su aparente neutralidad es, en realidad, un síntoma de su sujeción: actúa sin cuestionar las condiciones que hacen posible su poder. En él se encarna la tesis de Althusser (1974) según la cual la ideología no solo estructura en lo que pensamos, sino lo que hacemos. 

No obstante, la obra no se limita a ilustrar la sujeción ideológica. También abre la posibilidad de subversión. Los personajes desafían el lugar que la ideología le ha asignado:

  • Por un lado, el hijo, aunque no aparece físicamente en la obra, es también un personaje profundamente subversivo. La narración de su madre lo redime: no como un ser roto o peligroso, sino como alguien que ha podido salir de la violencia y desea tener una segunda oportunidad; como alguien que representa la posibilidad de reconstrucción, de futuro, de dignidad incluso después de lo indecible.
  • Por otro lado, el personaje de la intérprete representa una clara subversión de los roles de género y de poder. Aunque es una mujer que encarna un estereotipo muy arraigado, es ella quien conduce el diálogo y marca el ritmo al hombre de negocios.
  • Finalmente, el padre desafía al hombre de negocios; este gesto es profundamente subversivo porque invierte la lógica del poder colonial: ahora es él quien plantea un acuerdo, quien fija las condiciones, quien cree tener algo valioso que ofrecer. No ruega, negocia.

En resumidas cuentas, Après moi, le déluge no es un texto unívoco ni didáctico: en él se cruzan discursos dominantes (la lógica del mercado, el colonialismo tardío, el desencanto liberal) con otros discursos marginales o contrahegemónicos (la memoria, la resiliencia, la maternidad). Esta heterogeneidad discursiva es clave para pensar la ideología no como algo monolítico, sino como un campo de tensiones. La obra dramatiza el proceso de construcción de la subjetividad como resultado de la interpelación ideológica, pero también como espacio de resistencia. La tensión entre sujeción y subversión no se resuelve, pero se hace visible. Los personajes muestran una asimilación del orden global como algo incuestionable, aceptando destinos ya marcados por estructuras ideológicas que los preceden. La indiferencia con la que son tratados revela cómo la mirada eurocentrista borra su agencia y refuerza la desigualdad, dejando claro que la voz del subalterno sigue siendo silenciada incluso cuando parece presente. Estos no pueden escapar del todo a los discursos que los han constituido, pero los enfrentan, los interrogan, los negocian. Y en esa grieta —frágil, ambigua, poética— reside la potencia crítica de la obra.

 

Althusser, L. (1974). “Ideología y aparatos ideológicos del Estado”. (A. J. Pla, Trad.) Buenos Aires: Letra e.

Butler, J. (2010). “introducción”. En Mecanismos psíquicos de poder. Cátedra, pp. 11-41.

Cunillé, L. (2008). “Après moi, le déluge”. Deu peces. Barcelona: Edicions 62, pp. 452-507.

 

Debate0en Sujeciones y subversiones en la obra Après moi, le déluge de Lluïsa Cunillé

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